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miércoles, 21 de diciembre de 2011

Los dos Peña Nieto


Los dos Peña Nieto

Héctor Tajonar

Lo que natura no da,
Televisa no presta.

Catón
El pasado fin de semana, en la Feria del Libro de Guadalajara, se hizo patente la existencia de dos Enrique Peña Nieto: el inventado por la televisión, con la ayuda de la maquinaria del PRI, y el verdadero. El primero de ellos tiene altas probabilidades de ganar las elecciones presidenciales del año próximo. El segundo, el real, es quien tendría la responsabilidad de gobernar a México. Eso es lo preocupante.
El primer Peña es un personaje ficticio, producto de la mercadotecnia política e impulsado por la penetración de la pantalla televisiva, a quien hemos visto durante los últimos seis años en infomerciales, programas especiales y entrevistas pactadas. Gracias a la popularidad que le ha dado la costosa estrategia de comunicación negociada con Televisa por un monto y bajo condiciones que hasta ahora se han mantenido en la más absoluta opacidad, es el puntero en la carrera presidencial.
En su más reciente puesta en escena el primer Peña presentó un libro, supuestamente de su autoría, sobre el cual disertó con la seguridad de un actor adentrado en su personaje. Todo iba de acuerdo al guión hasta que un pequeño detalle hizo aparecer al otro Peña, el verdadero. El resultado fue tan penoso como elocuente. Ante la pregunta de un reportero, fue incapaz de mencionar un solo libro que hubiera leído en su vida, confundió autores y títulos, mencionó a la Biblia como lectura de adolescencia. Eso sí, la incoherencia de sus palabras siempre estuvo acompañada de los movimientos corporales utilizadas en sus discursos memorizados.
No se trató de un mero error, de un olvido o de una pifia, sino de la exhibición del verdadero Peña, en la desnudez de su ayuno cultural, en la vulnerable soledad de sus propias aptitudes intelectuales y políticas, sin la protección de los asesores, cámaras y guiones que rodean al Peña (pre)candidato, personaje y producto electoral.
Al igual que Fox, Peña es un candidato mediático, pero a diferencia del panista que logró su popularidad como resultado de un estilo auténtico en su desparpajo, en Peña Nieto todo es artificio, cartón, apariencia. Fox no pretendía ocultar su rusticidad, sino hacía de ella un instrumento para acercarse a la gente. Peña, en cambio, se ha tenido que transformar en actor para representar a un personaje de ficción creado para hacerlo atractivo, “vendible” al electorado. La creación de dicho personaje no ha excluido los aspectos más íntimos de su personalidad y de su vida privada, los cuales han sido utilizados como parte de la estrategia de venta del producto electoral.
El analfabetismo funcional de los políticos mexicanos no es novedad y no sería la primera vez que uno de ellos ocupara la vapuleada silla del águila. Sin embargo, lo novedoso y grave de esta posibilidad radica en la perversidad con la que confluyen tres actores vinculados con el analfabetismo funcional, esa forma denigratoria de la dignidad humana. Por una parte, la televisión propicia el alejamiento de la lectura; por otra, 80 por ciento del electorado se informa exclusivamente a través de la televisión, y ahora, para completar el terceto, el candidato del PRI ha mostrado su abierto desdén por los libros.
El problema de fondo no es sólo la aversión de Peña por la lectura, sino la estrategia para llevarlo al poder. Estamos ante un caso inédito en la historia de México: la creación de un personaje inventado por la televisión y por el partido que durante siete décadas mantuvo al país bajo la sombra del autoritarismo para recuperar la Presidencia.
La interrogante es si las estructuras de poder que dictan los guiones disciplinadamente aprendidos por el (pre)candidato priista, seguirán normando sus decisiones. El secreto mejor guardado de Peña Nieto es el costo financiero y político de su alianza con Televisa.
Si a ello agregamos el apoyo abierto al sindicato de maestros y a su lideresa, con quien se ha aliado electoralmente a cambio de garantizarle el poder de seguir dictando la política educativa del país, la perspectiva de mejorar la educación en caso de que resulte electo se diluye. La educación seguiría en manos de Gordillo, fortalecida por el aval de los creadores del corporativismo mexicano.
¿Qué tanto disminuirá el apoyo de un electorado que no lee hacia el verdadero Peña? Al votante le tocará distinguir entre los dos Peñas y optar por él o por sus adversarios, que tampoco parecen haber leído más libros de los que han escrito. El analfabetismo funcional campea.

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